LA CONSTRUCCIÓN DEL VÍNCULO CON LA PERSONA MAYOR CON DEMENCIA
- J. Irujo
- 26 dic 2018
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 4 ene 2019
Reflexiones sobre cómo podemos las y los trabajador@s sociales mantener la relación con la persona desorientada y la importancia de ésta para una buena praxis
La relación. Creo que fue precisamente la relación, el vínculo, la comunicación… lo que hizo que me enamorara del mundo de la atención a las personas mayores. Esa relación con la persona a la que atendemos no es un plus, es el núcleo, es la clave a partir de la cual construir nuestro acompañamiento como profesionales.
Pero… qué difícil resulta muchas veces mantener ese vínculo, esa relación con esas personas mayores que viven con una demencia; qué difícil resulta muchas veces comunicarse con esa persona que nos habla de y desde una realidad que no es la nuestra ¿Cómo acompañar a la persona a poder satisfacer sus necesidades? ¿Cómo hacerlo sin que esta barrera nos lleve hacia una actitud paternalista y directiva?
Todavía recuerdo mi primer trabajo en una residencia en Barcelona, donde me encontré a la señora Amparo, que gritaba constantemente “Mamaaaaaaaa mamá mamá mamá mamaaaaaaaa” con bastante angustia sentada en su silla de ruedas, o la señora Antonia, que de vez en cuando me perseguía por todo el edificio gritándome con mucha ira “¡Cabrón! Sí, tú, que vienes por la noche a echarme gotas en los ojos para dejarme ciega. ¿Dónde has estado todo este tiempo? ¿con las putas? Mariconazo… ¡Policiaaaaaaa!” Para mí fueron momentos difíciles de gestionar, frustrantes, complicados, confusos… Me negaba a pensar que con una persona así mi actuación pudiera limitarse a tramitarle las prestaciones económicas a las que tuviera derecho, como si su bienestar dependiera sólo de eso. Pero la etiqueta de demencia al final consigue crear una especie de barrera tras la que nos protegemos, tras la cual nos cuestionamos mucho menos qué ocurre para la persona y hasta dónde puede llegar mi actuación como profesional, porque ¿qué voy a hacer yo con alguien que ha perdido la cabeza? Al fin y al cabo, yo sé que la mamá de Amparo ya no está viva y que no me dedico a echarle gotas en los ojos a Antonia para que se quede ciega.
Para mí el cambio llegó, de forma inesperada, de la mano del Método de Validación, un método desarrollado por Naomi Feil para mejor acompañar a las personas mayores con demencia. ¿Y qué cambió? Diría que muchas cosas, pero la más importante de todas es la mirada hacia la persona mayor con demencia, la manera de considerarla y, en consecuencia, mi relación con ella.
Estamos acostumbrados a ver a la persona mayor con demencia como una persona enferma que muestra una serie de comportamientos absurdos fruto de su enfermedad (trastornos del comportamiento nos hemos acostumbrado a decir), y ¿qué ocurre con esto? Pues en primer lugar lo que ocurre es que un comportamiento que interpretamos como absurdo no nos va a decir nada sobre la persona (“ha perdido la cabeza”, pensaremos); y en segundo lugar ocurre que los síntomas de una enfermedad los dejamos en manos del personal sanitario con la esperanza de que un medicamento lo solucione o al menos haga menos evidente el problema (si con la medicación la señora Amparo no grita “mamaaaa” o si la señora Antonia ya no me insulta por los pasillos, mucho mejor para todos). Así que, al final, es un comportamiento que pensamos que ni nos habla ni nos concierne.
Pero… ¿hay otra manera de verlo? De la mano de Naomi Feil comprendí que detrás del comportamiento de la persona mayor con demencia SIEMPRE hay un sentido, una razón, un motivo, una necesidad… y esto lo cambia todo, al menos para mí. Si el comportamiento de la persona que tengo delante tiene sentido, si es la manera que tiene la persona de comunicar algo, de expresar una necesidad no satisfecha, sin duda mi manera de acompañar la persona va a ser completamente diferente. Mi manera de verle cambia, porque ya no hay la etiqueta de demencia tapándolo todo. Mi manera de relacionarme no es la misma, porque veré en esa relación una oportunidad enriquecedora para ambas personas. Si observo bien a la señora Amparo quizás vea a una señora que, aparte de sus numerosas patologías, no oye bien, no ve bien y se encuentra completamente desorientada; y quizás esto me ayude a darme cuenta de que debe ser realmente aterrador no saber dónde estás y ver bultos borrosos a tu alrededor que emiten sonidos que no comprendes. Quizás esto me haga pensar en cómo me sentiría yo en una situación así ¿con miedo? ¿terror, tal vez? Y quizás me parezca hasta normal llamar a gritos a mi madre en una situación como ésta. Puede que esto haga cambiar mi manera de ver y considerar a la señora Amparo, pasando de ver a una persona demenciada con trastornos del comportamiento, a ver a una persona que muestra un comportamiento adaptado a la realidad que está percibiendo, y que está expresando claramente su necesidad de sentirse en seguridad. Llegados a este punto, como profesional del trabajo social podré plantearme qué se puede movilizar, qué se puede poner en marcha para mejor acompañar a la señora Amparo, qué recursos tenemos como institución y qué recursos tiene la propia señora.
Ahora sí, mi manera de ver a la persona ha cambiado: veo alguien que hace cosas con sentido y que tiene recursos que poner en marcha. Creo que sentido y recursos son las dos palabras que mejor resumen qué ha supuesto para mí incorporar el Método de Validación en mi praxis profesional: sentido porque ver el comportamiento de la persona como algo que tiene sentido lo ha cambiado todo, y eso da al final mucho más sentido a mi propio trabajo; y recursos porque con el método de Naomi Feil voy a ver a la persona como alguien que está poniendo en marcha sus recursos para hacer frente a una realidad insoportable, y esto al mismo tiempo acaba siendo el recurso que me ayuda a mejor acompañar como profesional a la persona. Entender que hay sentido y que la persona tiene recursos para hacer frente a las dificultades es lo que me va a permitir construir relaciones de calidad, basadas en el respeto y la autenticidad. Ahí está el vínculo, la clave.
Artículo escrito originalmente para el Boletín del Colegio Oficial de Trabajo Social de Navarra nº 68 (diciembre 2018). Puedes consultar el documento original aquí
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